Urbanismo e implicación ciudadana

Urbanismo e implicación ciudadana

¿A qué se debe la baja calidad arquitectónica?

Oriol Bohigas, famoso arquitecto y urbanista, en una entrevista para el grupo El Correo (27.05.2012) decía que: “el 90 % de lo que se hace es basura. Pero de eso no se habla en las revistas. En estas sólo parece un 5% de lo que se construye”. Y de ese 5% muchas cosas tampoco le gustan “porque tienen las raíces equivocadas”.

Muchos de los edificios proyectados en los últimos tiempos, entran en contradicción con la ciudad en la que están porque buscan lo icónico, lo publicitario. El resultado de esta acción, es una mezcla de arquitectura anodina, algunas veces solo correcta y un conjunto de edificios famosos que desvirtúan la ciudad.

Se implantan arquitecturas que marginan factores o elementos que hasta hace bien poco eran fundamentales, como los materiales de construcción del lugar, la cualificación de la mano de obra existente (especializada en las arquitecturas tradicionales de cada región) o las particularidades intrínsecas de cada pueblo o ciudad.

Aunque a veces son intervenciones inteligentes, la base sobre la que se asientan algunas de estas intervenciones carece de interés social. Sólo son una imagen comercial, bien sea de interés político o económico.

El llamado “efecto Guggenheim”, ha hecho mucho daño en las políticas urbanísticas de nuestras ciudades. Aunque es cierto que en algún caso como el que se dio en Bilbao puede ser una maniobra acertada, no se puede sistematizar. No por realizar un frontón o un nuevo complejo de oficinas con las últimas tendencias arquitectónicas va a funcionar mejor, ni va a significar que la zona se regenere.

En este sentido disponemos de ejemplos claros de edificios a lo largo de la historia que han sobrevivido con un buen uso y funcionamiento y que además sentimos como nuestros. Es en estos en los que debemos fijarnos. Por tanto, no es tan importante armonizar o romper con lo anterior como sentirse participe de los edificios, hacerlos nuestros, pero esto es una labor más ardua que una sociedad de consumo barato no está dispuesta a realizar.

Hemos sucumbido ante el poder embaucador de las nuevas tendencias, de los iconos, de la comercialización de las ciudades y por ello, (como la diosa Némesis, que sancionaba la desmesura y no permitía que los hombres sean demasiado afortunados), se nos plantea una ciudad completamente antagónica con la idea de ensanche de siglo XIX (I. Cerdá, Cortázar, etc.). Frente a la calidad de las edificaciones, de los espacios habitables y públicos disfrutamos de un museo para fotografiarnos sobre él, o de un rascacielos tan majestuoso como impenetrable.

Pero la experiencia arquitectónica que hemos vivido en los últimos años nos ha dejado un efecto positivo. Prácticamente todo el mundo se ha implicado en estos mega-proyectos de las ciudades, quien más, quien menos, ha opinado y se ha interesado por la implantación de estos edificios en las ciudades.

El siguiente paso es involucrase en el 90% restante